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lunes, 27 de junio de 2016

Teoría del deporte. Haruki Murakami.

20121221  Ritos de amistad e impulso para la danza. (Tras la lectura de Baila, baila, baila)
Como los personajes en búsqueda de Baila, baila, baila, subí a la planta decimoquinta, para encontrarme con mi oráculo, mi hombre carnero, y sin oscuridad truculenta ni rayos de luz que me guiaran, me vi en la mesa en la que juntos: ellas, ellos y los dioses, yo uno más, oficiamos ritos necesarios.
Confirmamos que nos queremos y que cuando pensamos cómo y por qué son las cosas, pensamos en la gente y en un mundo mejor. Luego sobrevolamos nostalgias de noches de San Juan; formas diferentes de hablar de fútbol; pudorosos, pasamos de puntillas sobre los dramas personales; nos deslizamos por alguna ladera nevada y llenamos el espacio de proyectos y esperanzas, con sordina, de viajes y navegaciones. Sin que falte el teatro.
Cerol, Sierra Negrete y cava para las libaciones rituales. Y enlazar delirios surrealistas y risas a costa de nosotros, de nuestra sombra, pasado, futuro y hasta de los más ocultos pensamientos.
Nos separamos de la mesa sin saber quien es el oráculo pero con música para bailar, sin darle más vueltas ni buscarle significados, deslumbrando a todos, sin pensar en demasiadas cosas para no tropezar, y:
- No perder la conexión.
- Vivir en otro mundo.
- No marchitarnos.
- Tener imagen ante ti y los demás.
- Que fluya el devenir.
- Poder regresar.


(Murakami dixit)

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